La correcta gestión de las emociones debe iniciar por un reconocimiento consciente de las mismas. El objetivo radica en poder identificar qué sentimos y ser capaces de darle una etiqueta verbal.
Posteriormente, el proceso debe contemplar otras 2 fases:
1.- Comprender. Las emociones no son acontecimientos aleatorios, sino que tienen una serie de causas subyacentes. Integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento y saber considerar la complejidad de los cambios emocionales resulta esencial en este proceso.
Es necesario descifrar las emociones, ya que contienen datos, son señales ante los acontecimientos más importantes. Resulta imprescindible conocer las relaciones existentes entre los pensamientos, sentimientos y reacciones.
En definitiva, la comprensión emocional conlleva una mayor comprensión de las causas de los sentimientos.
2.- Regular. Dirigir y manejar las emociones tanto positivas como negativas de forma eficaz para resolver los problemas que se nos presentan. En definitiva, dominar los sentimientos.
El objetivo de la correcta gestión de las emociones no es la represión de las mismas, sino el adecuado equilibrio. Cada sentimiento es válido y tiene su valor y significado. Ocultar las emociones resulta enfermizo, al igual que su expresión exarcebada.
Podríamos encontrarnos con diferentes tipos de personas, en función de la forma de gestionar sus emociones:
1.- La persona consciente de sí misma.
Se caracteriza por poseer una vida emocional mucho más desarrollada. Son autónomas y seguras de sí mismas. Tienen una visión positiva de lo que acontece a su alrededor. Cuando experimentan un estado de ánimo negativo lo resuelven rápida y satisfactoriamente.
2.- Personas encadenadas a sus emociones.
Son incapaces de escapar de ellas. No son conscientes realmente de sus sentimientos.
3.- Personas que se resignan ante sus emociones.
No tienen problema en percibir sus estados de ánimo, pero si tienden a aceptarlos pasivamente sin tratar de cambiarlos
Tradicionalmente, no ha sido bien visto la expresión de las emociones, pero esta concepción ya se ha empezado a abandonar, ya que ha sido comprobado que dicha manifestación implica una función social, de adaptación y de desarrollo personal siempre que se realice de una manera eficaz, claro está.